Un buen psicólogo hace que podamos solos, justamente, en un
espacio tiempo donde se pueda desenrollar el contenido mental, y emocional, sin
miedo a que se embrollen.
Justamente para empezar a poner
cada cosa en su lugar. Un yo auxiliar que refleje y nos entienda empáticamente. Mente con mente.
Un yo que contemple sin juzgar
dibujando con el escuchar. Conocerse y concientizar los puntos ciegos que
esconde el inconsciente insistente.
Un buen psicólogo es un
ordenador, visibilizador de los patrones repetitivos que no tienden al infinito
y cuyo eco resuene en lo más profundo de tu alma, por algo que vos mismo
dijiste.
Una escucha diferente,
generadora de suspiros, de un respiro. Para salir y volverlo a intentar.
Mirando por dónde pisar para no volver a resbalar.